Con una introducción de Luis Francisco Pérez, -cultista como siempre, incomprensible para mí, como muchas veces-, se presenta una sugestiva exposición de los últimos óleos de Javier Puértolas (Binéfar, 1947). Recuerda a aquellas exposiciones de los sesenta, cuando lo psicodélico nos atraía por su nuevo colorido, por su nuevo sentido del espacio. Aquí se rememoran aquellos colores, se imponen nuevos temas: lo orgánico microscópico, los circuitos de microchips, las huellas de lo impreciso. Un mundo que, por conocido y cercano, al sernos explicitado en otras dimensiones, subyuga por su novedad. Un diferente desarrollo del espacio, que se alcanza no por la perspectiva, sino por la contraposición del color. – F. M.
Diario La Vanguardia